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¿Qué es el comportamiento? ¿un estado, una acción, un efecto? ¿bajo qué otras designaciones podríamos plantearlo para reflexionar en torno a él?

Sabemos que el comportamiento tiene que ver con la sensibilidad, con la forma de proceder frente a estímulos y en relación al entorno. Pero, ¿a qué nos referimos cuando decimos forma de proceder? ¿De dónde proviene?

El vocablo está compuesto por el prefijo con-, que es equivalente a “completamente”, “globalmente”; el verbo portare, del latín, que significa “llevar”; y el sufijo –miento, que hace referencia a “instrumento”, “medio”, “resultado” [i].

Tales componentes léxicos reúnen tres sentidos: una totalidad (¿unidad?), una acción: la de trasladar algo de un sitio a otro y un dispositivo. Pero, ¿qué es esa totalidad, qué se transporta y de qué tipo de dispositivo estamos hablando?

Surge una hipótesis, ¿se podría pensar que esta noción etimológica nos habla de una vida (totalidad), abriéndose paso (trasladándose a sí misma) entre la multiplicidad de contingencias; una vida pensada como un cúmulo de fuerzas que pugnan por expresarse y reconocerse a sí mismas en el afuera por medio de ciertos mecanismos (el dispositivo)?

Propongo pensar el comportamiento como una materialidad viva y dinámica, semejante a una gran masa que crece (y decrece), conforme entra en relación con el entorno. Capaz de dibujar en sus movimientos, los signos de una constante relación entre la naturaleza de su materialidad (cuerpo) y la fuerza que la anima a moverse (energía). Entonces, tenemos dos aspectos: una materialidad dinámica con naturaleza específica, sensible al entorno, portadora de signos y una fuerza propulsora que anima al movimiento.

¿De dónde provienen las formas y variaciones que dan pie a la transformación de esta masa (comportamiento)?

Tomo un fragmento de un ensayo escrito por Manuel De Landa, en torno a las ideas expuestas por Gilles Deleuze en su trabajo sobre Spinoza. Los recursos implicados en la génesis de la forma no son trascendentales sino inmanentes a la materia en sí misma. El tipo más simple de recurso inmanente en la morfogénesis son los estados estables generados endógenamente (endogenously - generated stable states)[ii]. De Landa explica que uno de esos estados es la denominada energía mínima, mediante la cual, las formas emergen desde la minimización energética. Como ejemplo de ello propone a la burbuja de jabón.

La forma esférica de una burbuja de jabón emerge de las interacciones entre sus moléculas constituyentes, cuando éstas son forzadas energéticamente a “buscar” el punto en el cual la superficie de tensión es mínima [iii].

Con esta imagen De Landa explica que, la forma de una burbuja proviene de la interacción de sus moléculas en relación a sí mismas y a fuerzas ejercidas por el entorno. Además señala que, no se trata de moléculas inertes en espera de recibir una orden externa para adquirir una forma concreta. Desde esta perspectiva tendríamos que, las transformaciones en la materia vienen dadas, principalmente, debido a dos factores: una tendencia molecular (¿naturaleza?) y una necesidad de hacerle frente al entorno.

Basándonos en tales planteamientos y retomando la analogía comportamiento-materia, se podría plantear que, las moléculas del comportamiento (al igual que las de la materia) están dotadas de una sensibilidad, que las habilita tanto para registrar cambios en el entorno como para reconocer los cambios sucedidos en el interior de su propia materialidad. Donde la forma que toma determinado comportamiento, se debe a la interacción sucedida entre dos aspectos fundamentales: la pulsión de una naturaleza y los signos de una inminente necesidad que demanda ser cubierta, en pro de garantizar la propia subsistencia.

Cuerpo y mente: un campo de fuerzas dinámicas.

¿Dónde reside el comportamiento? Solemos asociar la noción de comportamiento con modos de pensar y sentir (sensitiva y emotivamente). Podríamos decir, a grosso modo, que el comportamiento está relacionado con el cuerpo y el estado de la mente; pero es aquí que inicia un intrincado camino de conocimientos y desconocimientos al respecto de lo que supone la relación cuerpo – mente [iv].

En ciertos ámbitos científicos se sostuvo, durante muchos años y probablemente continúe sosteniéndose, la idea de que la mente tiene que ver, sobre todo, con la capacidad de razonar; que la mente es exclusivamente una actividad cerebral y que es desde allí que se comanda al resto del cuerpo. Sin embargo, para ciertas culturas de la antigüedad, como la Budista, la Taoísta y recientemente también desde las neurociencias y las ciencias cognitivas existen otras perspectivas:

La mente y el cuerpo son partes complementarias de una misma unidad. Unidad dotada de múltiples sistemas que trabajan en coordinación, tejiendo minuciosas relaciones; las cuales implican un trabajo en red, una cooperación constante no subordinada, más bien auto organizada. Donde se registra la participación de sistemas locales que dan como resultado la coordinación de un sistema global, así como la afectación recíproca entre lo global y lo local.

Por lo tanto, los procesos mentales no son exclusivamente producto de la actividad neuronal sucedida en el cerebro. Incluso, se afirma que el organismo humano tiene tres centros fundamentales donde se localizan sistemas de redes neuronales: el tubo digestivo, el corazón y el cerebro [v].

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Uno de los más importantes avances en ciencia, en los últimos años, es la convicción de que no podemos tener nada que se asemeje a una mente o a una capacidad mental sin que esté totalmente encarnada o inscrita corporalmente, envuelta en el mundo. Surge como una evidencia inmediata, inextricablemente ligada a un cuerpo que es activo, que se mueve y que interactúa con el mundo [vi].

El biólogo Francisco Varela agregó otro aspecto a la compleja relación entre cuerpo y mente, afirmando que la mente habita en el no lugar [vii], entre la codeterminación de lo interno y lo externo, y que está relacionada a procesos cognitivos.

" La cognición es algo que producimos por el acto de manipular, por medio de una manipulación activa: es el principio fundacional de lo que es la mente…ésto conlleva una profunda co-implicación, una co-determinación entre lo que parece estar afuera y lo que parece estar adentro. El mundo ahí afuera y lo que hago por estar en ese mundo son inseparables. El proceso los vuelve totalmente interdependientes” [viii].

Entonces tenemos que, los procesos cognitivos están directamente vinculados con la relación que el sujeto (u organismo vivo) establece con el entorno, en el acto de manipular, de entrar en contacto con el medio que lo rodea; sin embargo, Varela rompe con la típica concepción de percibir al entorno y al sujeto como aspectos independientes uno del otro. En contraposición, introduce la idea de que el espacio y el sujeto están implicados en una relación interdependiente y de profunda correspondencia.

Situándonos desde esta perspectiva, tenemos la noción de que el sujeto no es ajeno al entorno en que se desenvuelve, no sólo que se vale de él para satisfacer sus necesidades y garantizar su existencia, sino que además, el espacio representa para el sujeto modos posibles de habitar la propia existencia. Puesto que, la afectación y los modos de relación que el sujeto establezca con el entorno nos mostrarán, de alguna manera, el modo en que dicho sujeto habita el mundo.

Sujeto y entorno se reflejan uno en el otro, y configuran una unidad en correspondencia. Trasladando este principio a la relación entre sujetos, como entidades constituyentes de un entorno cohabitado, Francisco Varela plantea una magnífica pregunta: la presencia y la realidad del otro es algo tan íntimamente cercano que la pregunta pertinente es: ¿cómo pudimos haber llegado a la noción de que somos tan distintos y estamos tan separados? [ix]

 

El espacio surge como producto del movimiento.

Ésta es una constatación absolutamente extraordinaria: el espacio, esta cosa frente a nosotros que parece absolutamente objetiva, el pilar de la objetividad en física, es totalmente inseparable del hecho que tenemos que manipularlo a través de una conducta sensoriomotriz [x].

Insistencia del comportamiento ¿programa, patrón, matriz o espacio de posibilidades energéticas?

¿Qué son aquellas reiteradas formas del comportamiento, que viajan por el espacio una y otra vez de la misma manera, casi sin percatarse de lo novedoso que existe (e insiste) en cada acontecimiento?

Pensemos desde el programa y el patrón. La noción de programa conlleva una preparación a priori, diría externa a lo programable, una serie de códigos que responden a ciertas -y sólo a aquellas circunstancias mediante las cuales se reproducirán una serie de mecanismos, de forma casi automática. ¿Existen programas que son hechos para ser reproducidos una sola vez?

El término patrón proviene del latín patronus [xi]: arquetipo, prototipo, molde y en una segunda acepción remite a protector, defensor. ¿Es un patrón de comportamiento una especie de guía, pero que además presenta fines específicos, tales como proteger y defender?

Si pensamos que las repetidas formas de comportamiento son un tipo de programa guardado en el sistema interno de un organismo. Generado a partir de una experiencia que condicionó (¿para siempre?) y se instaló en los mecanismos de acción y reacción del propio organismo, ¿no quedaría reducida la experiencia con el mundo a una mera relación maquínica? ¿no es acaso la vida un cúmulo de fuerzas en tensión, que se despliegan a sí mismas a través de un dinamismo constante?

Propongo cambiemos la noción y el propósito de patrón por el de matriz dinámica, concebida como un cúmulo de relaciones propias y específicas provenientes de una estructura sensible; quizás de una naturaleza [xii], menos trascendental, y más semejante a una interfaz receptiva. Un sitio de interconexión, de encuentro entre lo interno y lo externo. Una matriz, como tal, vívida y habitable, que no sólo esté configurada para la protección, también y sobre todo, para la cognición.

Y como consecuencia, se habite el comportamiento como la manifestación de una forma propia, característica no exclusiva, de accionar el mundo, de interpelarlo, de hacerse en el mundo. Un comportamiento fundamentado en dicha matriz dinámica, que torna factible manifestar la coherencia entre los componentes de la unidad: sujeto, entorno, agentes locales y agentes globales.

O Bien, ¿bajo qué condiciones es viable sostener (habitar) la vida de forma activa, decodificando (leyendo) y codificando (creando) a tiempo real el mundo y al propio sujeto como parte de él?

“Representa un gigantesco paso conceptual, desde la idea que existen propiedades del mundo que hay que aprender para formarse una imagen adecuada de la realidad, hasta la noción de que prácticamente cualquier cosa nos sirve de excusa para inventar la realidad” [xiii].

¿Y si nos pensamos como un espacio de posibilidades energéticas?

Concluyo, el comportamiento no es un apéndice de la vida, algo que está fuera de ella, es un medio para manifestar dinámicas, modos de organización (¿acaso auto organización?). Mecanismos empleados por cualquier tipo de agente sistémico, cualquier forma de vida, que dentro de su trayectoria se vincula y crea un entorno. En este sentido, el comportamiento como medio asemeja a un lenguaje, muy singular, desde donde adquieren voz las pulsiones allanadas en el más profundo de los misterios.

Si modificamos el lugar de protección por el de cognición, atendiendo a expresar aquello que se es como unidad coherente en el espacio [xiv], y sólo como tal, será viable discernir con mayor claridad los modos propios de acceder a aquello que resulta imprescindible, a la hora de continuar nuestra existencia acoplada a la transformación continua de la vida.

 

Katya Mora

Cholula, México. 2017


Nota: El proceso de elaboración de este escrito fue llevado a cabo a modo de diálogo, sucedido entre la lectura del texto citado de Francisco Varela, las anotaciones y reflexiones en torno a dicho texto y la realización de las imágenes -detonaciones- que acompañan esta publicación. Confiando plenamente en que, al llevar a cabo esta metodología, podría aproximarme (lo más certeramente posible) a plantear preguntas y ciertas nociones que me interesa pensar en torno al comportamiento. Un tema que ocupa una especial relevancia en el ejercicio de mis dos quehaceres: la producción artística y el acompañamiento a personas en procesos de auto conocimiento -mediante el ejercicio de técnicas provenientes de la tradición chino-taoísta-.


Notas

[i]  Diccionario Etimológico español en línea. (Marzo, 2017). Comportamiento. Chile. Recuperado de http://etimologias.dechile.net/?comportamiento

[ii] De Landa, Manuel. Immanence & Transcendence in the Genesis of Form, in Ian Buchanan (ed.), A Deleuzian Century: South Atlantic Quarterly, Vol 96, No 3, Summer 1997, Durham: Duke University Press, pp. 499-514, ISBN 0-8223-6451-4; reprinted 1999, ISBN 0-8223-2392-3 (traducción de Pedro Carmo Veloso).

[iii] En física  se denomina tensión superficial  de un líquido a la cantidad de energía  necesaria para aumentar su superficie por unidad de área. Esta definición implica que el líquido presenta una resistencia para aumentar su superficie. Es por esto, que se genera un especie de membrana a tensión en la capa exterior del liquido. Fuente: Alejandro Martínez U. - Ricardo Ortega P. (Noviembre 2016). Recuperado de: http://zeth.ciencias.uchile.cl/~amartinez/2006/seminario/2.pdf

[iv] Mente concebida como: pensamiento, el plano emocional y los procesos cognitivos.

[v] MRrocker983 ](2013, Noviembre 13). Perros de la Calle - Entrevista Dr. Mario Alonso Puig [Archivo de video]. Recuperado de https://www.youtube.com/watch?v=rqyzmu_5uOw

[vi] Varela, Francisco. (2000). Four batons for the future of cognitive science, in Envissioning Knowledge, B.Wiens Ed. Dumont Cologne, 1999. pag 2.

[vii] Ibídem pag. 5

[viii] Ibídem pags. 3-4

[ix] Ibídem pag. 10

[x] Ibídem pag. 3

[xi] Diccionario Etimológico español en línea. (Marzo, 2017). Patrón. Chile. Recuperado de http://etimologias.dechile.net/?patro.n

[xii] Semejante a la tendencia molecular de la burbuja de jabón, planteada por Manuel De Landa.

[xiii] Ibídem pag. 7

[xiv] Entendida como relación o unión.